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La conferencia de hoy tiene por titulo "Mis Dificultades". Mucha gente me ha preguntado, a título de anticipo, si estaba pensando que esas dificultades eran de naturaleza relacionada con mis trabajos mecánicos, con los materiales, las máquinas o lo que fuere. Nada de eso. Mis dificultades a lo largo de una actividad de sesenta años han sido de otra naturaleza, como hoy lo voy a exponer aquí.

Alguna vez pensé en hacer una conferencia cuyo título fuera YO. Se puede ser pedante, confeso, pero no demasiado. La idea, ahora recogida por la Fundación, era describir una experiencia personal habida a lo largo de una vida preñada de tropezones propios de la creatividad técnica en forma tal que pueda ser motivo de reflexión, de modo que, si fuere posible esa experiencia se incorporara a los hábitos de pensar y actuar. Es decir, lo que estoy tratando de hacer es una transferencia de mi experiencia hacia los demás.

El tema de la tracción a vapor toca una multitud de aspectos que van desde el más puro romanticismo al más puro comercialismo, con sus legítimos e ilegítimos intereses. Se podrá pensar que las dificultades que dan lugar al título de esta conferencia tienen más que ver con aspectos técnicos o con la supuesta perversidad de todo lo que roza con negocios. Pero no es así.

A la larga lista que puedo hacer, en la cual una buena cuota de perversidad no falta, el primer y más importante lugar lo ocupan aquellas de naturaleza filosófica. Estas son determinantes y, dado que son poco consideradas, es que quiero poner hoy el acento en las mismas.

Voy a hablar sobre el cuadro general que va desde el 46 al 80. Perón hizo de la Argentina un país socialista pero tuvo la habilidad de no decirlo. De eso me doy cuenta después de haber trabajado algunos años en Cuba.

Al nacionalizarse los ferrocarriles, esos que hicieron la unidad política del país, los argentinos nos encontramos de golpe con la necesidad de empezar a pensar en su problemática de fondo, tema para el cual no estábamos preparados. Las administraciones extranjeras sí lo estaban, ya que actuaban como resultado de un proceso llevado a cabo durante muchos años. Los actores, ingleses o franceses, cambiaban, pero había una sabia continuidad incluso en los ferrocarriles del Estado y también, por ejemplo, en el Ferrocarril Provincial Buenos Aires. Había una política que se mantenía y que progresaba en función de las crecientes necesidades que habían de atenderse.

En la nacionalización, esos hombres de bien ganados títulos, que tenían que evaluarse con referencia a Londres fueron sustituidos por auténticos, patrióticos peronistas de la primera hora, pero el voluntarismo que se puso en juego no sustituyó el know-how operante entonces.

Muchos ejemplos pueden recordarse de cómo eminentes ingenieros a quienes conocí fueron sustituidos por honestos, voluntariosos hombres de entonces, cuyo esfuerzo no suplió la falta de profundo conocimiento.

No hay que asombrase, porque lo seguimos haciendo, con el convencimiento de que asi es mejor y de que la falta de profundidad en ese conocimiento puede sustituirse con un patriótico esfuerzo de voluntad.

Ese fue el escenario en el que debí trabajar, lo que explica las dificultades que voy a describir a continuación.

Por ejemplo, toda discusión se establece al nivel de quien está menos informado (repito que lo que yo estoy diciendo es el resultado de mi experiencia y no de lo que he leído en algún libro).


Argentina, una 4 cilindros de 2120 HP en trocha angosta, que quedó como pieza única.

Argentina, una 4 cilindros de 2120 HP en trocha angosta, que quedó como pieza única.

Los ingleses hacían que su gente estuviera bien informada. En el departamento de tracción del Ferrocarril Central Argentino se recibían por lo menos diez revistas técnicas que circulaban con fecha y firma entre los veinte ingleses que manejaban el ferrocarril. Ellos tenían para cada especialidad una reunión técnica cada tres meses, en la cual se presentaban trabajos, que se discutían y se publicaban. Todo eso desapareció.

El primer ministro de transportes posterior a la nacionalización ordenó quemar todas las colecciones de revistas técnicas escritas en idioma extranjero, con lo, cual inició una tradición que aún hoy continua.

Pueden ustedes imaginar mi desesperación al tener que discutir con gente que ni siquiera estaba anoticiada sobre la problemática sobre la cual había que conversar.

Es por eso que, para entender lo que se hacía en otros lugares del mundo, me hice al ingles, al francés, al italiano, al alemán, al portugués y hasta un poco al rumano. La falta de información fue un obstáculo severísimo que aún hoy me cuesta mucho esfuerzo suplir. Pero es que aquellos que están poco informados no se dan cuenta de que no lo están.

Según se analiza en lo que diré más adelante, la falta de información afecta a los niveles que tienen que tomar decisiones y, como ejemplo, digo que la mediocridad de las discusiones que he escuchado del directorio de Ferrocarriles Argentinos todavía me espanta.

Una segunda dificultad: Nadie sabe lo que no sabe hasta que lo sabe. El niño de ocho años no sabe logaritmos pero además no sabe que no lo sabe. Recién a lo dieciséis años, cuando los estudie, se dará cuenta de que a los ocho años no lo sabía. Yo creo que quizá este sea el problema más agudo de la teoría del conocimiento, materia en la cual apenas soy un dilettante. Cicerón cuya inteligencia horadó los siglos, no solamente no sabía electricidad, sino que no sabía que no sabía electricidad.

La ALCO ex FC Santa Fe convertido por Porta para quemar carbon de Rio Turbio.

Como dice Wardale en su libro sobre el Red Devil, los que critican y criticaban a las máquinas compound no sabían qué era una compound o lo sabían a medias, como Nordhann, pero tampoco sabían que no sabían eso. Esto es lo que se llama ignorancia invencible; además, cuanto menos se sabe acerca de algo, más énfasis suele ponerse en los argumentos menos defendibles. Ya se sabe que no hay peor que aquel que sabe las cosas a medias. Mi experiencia es que esa dificultad es un obstáculo insalvable para cualquier desarrollo. En general la gente (y yo me incluyo), cree saber más de lo que sabe. Cuando uno examina con ojos de hoy el propio pasado, percibe que en muchos aspectos uno no debiera haberse hecho las cosas que hizo.

Otra dificultad: los juicios preexistentes. La mente humana está hecha de modo tal que cuando se quiere llegar a ella con un mensaje nuevo, es necesario limpiar el escenario de ideas preexistentes, lo que no es lo mismo que enseñar en un terreno virgen, como ocurre cuando uno va a la escuela; es decir, hay que limpiar los agujeros de la ficha para que pueda entrar el enchufe.

Muy pocas personas tienen capacidad para el dialogo (algo que se puso de moda con el Vaticano II), lo que consiste en hacer el genuino y honesto esfuerzo de abandonar momentáneamente las propias convicciones para poder comprender al otro. Naturalmente, a eso se opone no solamente un esquema más o menos racional, siempre basado en una información imperfecta, sino también se opone el orgullo que todos, en mayor o menor medida, tenemos o hemos tenido con respecto a una posición que hemos sostenido a lo largo de muchos años.

No pocas veces el nuevo juicio sólo lo puede elaborar una nueva generación no comprometida con el anterior. Aquella ha sido la mayor dificultad que he encontrado en Cuba. Hay que notar que la cosa se pone más difícil cuando la posición de quien hay que convencer se apoya en un esquema más o menos racional, sobre todo si está apuntalado por años de exitosa experiencia.

Una de las áreas en que esto se me ha dado es por ejemplo la extensión a las calderas fijas del tratamiento de agua que desarrollé para las locomotoras. Pues, ¿cual era la reacción a mi mensaje? No puede ser que todo lo que se propone sea contrario a lo que tenemos por verdad sacrosanta. Claro, que si se cambian tubos cada tres años de trabajo efectivo, eso hay que tomarlo como algo inherente a la naturaleza de las cosas o, como se dice en inglés, an Act of God.

Otra dificultad es lo que yo he dado en llamar principio de Withuhn: Ninguna cuestión puede tener respuesta si está malplanteada. Este ha sido un tema que constantemente me ha asediado a lo largo de sesenta años de trabajo. La historia está llena de cuestiones mal planteadas. Si no, cualquiera que recuerde por ejemplo las guerras de religión que ha habido. Eran eso.

La inteligencia podría definirse como la capacidad de describir las cosas por su esencia, lo que no es fácil. Ya se sabe que los árboles impiden ver el bosque. Generalmente, y esa es mi experiencia, los que tienen un problema lo definen mal. Por ejemplo, si un ingenio azucarero no puede mantener la presión de vapor, se concluye que hay que instalar más calderas y no que hay que mejorar la combustión.

La problemática de la locomotora de vapor siempre sufrió estos avatares. Verdaderamente, ¡una máquina tan simple y tan mal comprendida! Su desarrollo ha sido puramente empírico, especialmente en los países de habla inglesa y, cuando hubo algún progreso, no necesariamente fue fruto de un proceso intelectual como aquel a que nos tienen acostumbrados otras técnicas. Siempre hubo una mala definición de su problemática y, por ello, las respuestas sólo fueron respuestas a medias. Para mí siempre fue una dificultad esa definición de la problemática del vapor de modo que fuese entendida por el otro para poder dar respuestas convincentes.

Otra dificultad: Un error frecuente es que si no se puede demostrar que algo está mal, necesariamente está bien. Este esquema lógico se correlaciona con otro muy parecido, por ejemplo, si no se puede demostrar que algo está bien es que está necesariamente mal o que su contraria es cierta. Después queda aquello que en Brasil se llama O Teorema da Oficina: Lo que no comprendo está necesariamente errado.

Y, como esas, se pueden sacar otras conclusiones de este aspecto. Este es el mundo de los falsos dilemas, por supuesto, bien explotado por la publicidad. La publicidad no consiste en hacer públicas las cosas sino en convencer y crear nuevas necesidades para hacer nuevos negocios.

Estos esquemas me han producido no pocas dificultades en lo que respeta a mis propuestas. También, si no se encuentra un modelo matemático para expresar, por ejemplo, los esfuerzos que obran sobre un componente mecánico dado, sus dimensiones están inútilmente sobradas. El desarrollo de los componentes mecánicos de toda la maquinaria es el resultado de un proceso semiempírico que tomó más de 100 años. Los espesores de las calderas de hoy son el fruto de muchas explosiones.

Pero no hay que caer en un conservadurismo paralizante. De haber sido asi, no se podrían haber diseñado aviones que ni siquiera volaron. Los errores que aquí comento son hijos de una formación escolástica en la cual el poder de la razón se exageró, pero es que los límites de ese poder los fija lo que antes dije: Nadie sabe lo que no sabe hasta que lo sabe. Y también aquello de que hay que tener mucha información. Eso es lo que se llama experiencia. Pero es que él que no la tiene no siente que no la tiene.

En resumen, la lista de dificultades que han impedido que mi avance tecnológico fuese mayor es todavía mucho más larga que la que acabo apenas de bosquejar.

Cualquiera hubiese pensado que hubiesen consistido en falta de medios, materiales especiales o maquinaria. Nada de eso. Han estado en la mente de mis interlocutores, en particular de los argentinos. Por eso es que las circunstancias me han llevado a trabajar fuera del país, en Inglaterra, Suiza, Estados Unidos, Cuba y pronto en Francia y Polonia.

A lo largo de muchos años de constante esfuerzo, siempre tropecé con las mismas incomprensiones y maldita la gracia que me hacía tener razón el lunes después del partido.

Yo me hago esta dramática pregunta que traslado a hombres como Félix Luna o Mariano Grondona. "Porqué los argentinos tenemos esta ceguera intelectual?" Podemos definirnos en tres categorías: a) los genios creadores b) los que no son genios pero son suficientemente inteligentes y aprovechan sacando partido de lo que los genios creadores elaboran y c) los que no solamente no sacan tal partido, sino que hacen exactamente todo lo contrario y se resume en esa palabra de seis letras que todos conocemos. Tenemos que decir con pena que los argentinos del treinta en adelante han de ser inscriptos en esta última categoría.

Eso no tiene nada que ver con el problema de la corrupción, sino que es un problema de inteligencia. Según la filosofía enseña, es ella la que rige la voluntad. La decisión de ser ranas, antes que un acto de voluntad es un acto de inteligencia. La raíz de nuestros males no es moral sino intelectual. Somos ranas porque pensamos que serlo es la respuesta a los problemas que plantea la existencia humana. Antes que decirlo lo hemos pensado. Queremos ser mediocres porque nos ha encandilado el atajo de creer que es posible vivir sin esfuerzo. No fue esa la actitud de la generación de mi padre, que adhería intelectualmente a aquello de las cosas que hay que hacerlas bien.

Vez pasada, alguien que está presente me decía respecto de su padre, que le enseñó a sus hijos, que hoy son muchachos, que hay que hacer las cosas bien. Pero en este panorama de ácida crítica que ustedes me acaban de soportar por aquello de que ningún problema puede tener solución si no está bien planteado, quiero rescatar que se resume en un profundo reconocimiento hacia todos los que con sus enseñanzas y su acompañamiento han hecho posible que llegara hasta el punto en que he llegado y segundo, que percibo en la juventud de hoy, que personifico en mis nietos, que ya no se tragan el buzón que pretendemos venderles, predicándoles que tenemos que comprar más autos y hacer mucho ruido en sustitución de la música por el ritmo.

Yo sí creo en la Argentina Potencia que está implícita de Don Orione, pero no en la basada en una supuesta inagotable riqueza mineral o cerealera, sino en las manos heridas por el esfuerzo de todos los días, como lo fueron las de mi padre, que en 1914 tenía que poner 2000 ladrillos por día para tener el pan para su familia. Esa es la Argentina que vendrá. Muchas Gracias. Eso es todo.

 

  • Ningún problema mal definido puede tener una solución (Ningún enfermo puede ser curado si está mal diagnosticado).
  • El nivel de toda discusión lo da él de la parte peor informada o aquella cuya inteligencia haya sido menos entrenada.
  • Comprender es igualar.
  • Si yo, en este momento, no puedo demostrar que usted está equivocado, esto no quiere decir que usted tenga razón.
  • El arte del abogado es pasarle al otro el cargo de la prueba.
  • Nadie se da cuenta de que no sabe algo hasta que lo sabe. El picapedrero morirá sin saber que existían los logaritmos. Cicerón no sabía que existía la electricidad; ni siquiera pudo sospecharlo. Este es el problema fundamental de la teoría del conocimiento (según parece lo ha descubierto el ingeniero Porta).
  • O Teorema da Oficina (Brasil): Lo que no comprendo está necesariamente equivocado.
  • Mal que les pese a los escolásticos y a los tomasistas, la evidencia no es criterio suficiente de verdad. A Galileo lo condenaron porque era evidente que el sol daba vueltas alrededor de la tierra, los barcos de hierro no podían flotar, etc.
  • El mejor nivel se alcanza con la palabra escrita no hablada.
  • El acierto de todo juicio depende del acierto de la información en que se basa.
  • En toda discusión, que siempre está dominada por razones que esclarecen la verdad, no hay pero sordo que el que no quiere oír.
  • Sólo los espíritus grandes son capaces de tener las espaldas tan anchas como para dar marcha atrás en temas que defendieron toda la vida.
  • Cada uno es prisionero de su historia. Por eso los grandes cambios sólo pueden ser hechos por la generación siguiente.
  • Cuando alguien escribe un artículo y por alguna razón quiere evitar decir algo (esconde la leche), siempre el subconsciente lo traiciona y dice más de lo que quiere. A la quinta lectura, lo escondido se pone de manifiesto.

 

  • Cuando se escribe un artículo que contiene enfáticas afirmaciones (porque son evidentes), luego de varios años se ve que de debieron haberse afirmado tan fuertemente.
  • Hay que leer muchas cosas viejas. La información que dan es susceptible de reinterpretación gracias al progreso de los conocimientos. Además descerrajan nuevos procesos mentales de naturaleza creativa. Esto vale especialmente para las patentes.
  • Los funcionarios nunca hacen saber o sentir que representan a la comunidad. Eso se ve, por ejemplo, en las discusiones que hay entre el ministro de trabajo y los sindicatos (¡antes era peor!)
  • Hay conceptos sutiles que, sin embargo, son importantes.
  • ¡Ah, los falsos dilemas!
  • Ninguna cadena es más fuerte que su eslabón más débil.
  • Un fracaso no prueba nada, pero un solo éxito sí prueba que algo es posible.
  • Un fracaso puede tener cualquier explicación; dos - la cosa es muy fea, pero tres - los dioses están en contra suyo.
  • La computadora no sustituye al talento.
  • La ley no puede ir contra la naturaleza de las cosas.
  • No se pueden poner tres mujeres a fabricar un bebé en tres meses.
  • La leyes están hechas para el hombre y no el hombre para las leyes. Si algo no anda, hay que cambiar las leyes (las normas).
  • Hay normas que son tales por razones históricas y otras porque son afirmaciones esenciales. Las primeras pueden violarse, pero las segundas no.
  • Never take a thing for grande.
  • Saber que lo que no está escrito no existe.

 


No es fácil hablar de Dante, como lo llama su esposa. Sólo ella puede hablar con conocimiento de su faceta humana. Nosotros, los que vemos su obra de afuera, estamos varios escalones abajo.

La ciencia del vapor sobre rieles es su pasión y obsesión. Cree y morirá por ella y, sea o no una utopía, esta no va a aflojar si le ponen piedras en el camino trompee política o algún tallercito como la EMD.

Nacido en 1922, la escuela salesiana lo marcó de por vida. No acepta bajo ningún concepto el ocio o el "es lo mismo", tan común en la mediocridad actual. Estudió en la Universidad Nacional del Litoral, en Rosario y, de ahí en más, su carrera ferroviaria fue ampliamente documentada.

Firme creyente del logro termodinámica de André Chapetón, que le abrió la mente (no así al resto del mundo), salió a fabricar, modificar, difundir y en definitiva mejorar al maestro aplicando los conocimientos adquiridos.

Desde "La Argentina", pieza única de 4 cilindros en trocha métrica, a las sólidas, elegantes y eficientes 2-10-2 de Río Turbio, Porta realizó una obra dantesca también con la pluma. No todos conocen sus tratados sobre trilogía, termodinámica, biomasa, y la elegancia del arte ferroviario. Volúmenes con sus escritos adornan su hogar y lugares tan dispares como bibliotecas en Inglaterra, empresas en Estados Unidos, oficinas en Paraguay o el INTI en Argentina.

 


Hasta los aprendices de brujo como David Wardale, quien siguió sus enseñanzas en Sudáfrica y China, no dejan de admirar su obra teórica y práctica y su tenacidad. Los norteamericanos lo contrataron para desarrollar vapor hi-tech y en en el otro extremo, Cuba para tracción en el tercer mundo. De su mente surgió convertir ad honorem una A1 inglesa en un pura sangre conservando su estética original para beneplácito de los aficionados.

Desgraciadamente, los ingleses no supieron aprovechar esa oportunidad de oro y vencer por fin la barrera de los 2500 caballos al gancho. El informe de más de 200 páginas, hecho en un rato, es una simple muestra de su capacidad.

¿Hasta cuándo seguirá Porta dándonos sorpresas en el mundo ferroviario que tanto ama? Nunca lo sabremos, pues su obra parece ser una sexi recta, con principio sin fin.

¿Queda más por decir? ¿Se puede cerrar sin hablar de la 3477 del Roca, la 1802 del Belgrado, la Alco del Santa Fe o la clase 26 de Sudáfrica? Es difícil, pero un refrán chino haría un lindo epílogo a este recuadro:

  • La gente baja habla de otra gente
  • La gente mediocre habla de cosas
  • La gente inteligente habla de ideas
Nota: El texto a sido sólo ligeramente modificado para su publicación.


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